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ESCRITOR EN LAS MONTAÑAS

Escritos de ficción actual

HISTORIA DE A DOS -ELLA

HISTORIA DE A DOS -ELLA

ELLA

La primera vez que le ví estaba sentado en un tocón en la playa. Miraba fijamente al mar, con los ojos algo entrecerrados. Al principio no le hice caso;yo estaba muy cansada después de un mes tan agotador de trabajo incesante con la galería; numerosos encargos de los que sólo yo debía y podía ocuparme, clientes que se quejaban de que sus óleos llegaban en mal estado...un desastre. Después de varios meses así, gracias a Raquel y Marta, dos compañeras de trabajo consiguieron que me olvidara del trabajo y me tomara un descanso; realmente casi firmaron por mí las tres semanas enteras que tendría por delante de vacaciones.

Mis abuelos eran de un pueblo de la Región, se llamaba Águilas. Yo había oído algunas veces su nombre y mis abuelos me habían hablado de él; me parecieron encantadores ciertos sitios, a ciertas horas del pueblo cuando fui con 17 años, y por ello decidí ir y tomarme esas vacaciones relajadas que tanto me apetecían tranquilamente escribiendo y leyendo bajo el sol, sin complicaciones ni largos viajes. Alquilé un amplio piso con vistas al mar, donde cada día por la mañana y por la noche sentía su brisa por los amplios ventanales. Me sentía muy cómoda ¡y pasé el primer día durmiendo! Me levanté a mediodía, hacía años que no me levantaba tan tarde...Fue entonces por la tarde cuando salí a darme un tranquilo paseo por  la playa de la Colonia. Todas las tardes comenzaba a salir y darme esos largos paseos, sentía mucho placer admirando la  belleza de la playa, y en ocasiones me bañaba sola, en la playa, y cuando anochecía lo hacía desnuda. Sabía que podía atraer a alguien, por eso lo hacía de noche...aunque, realmete, me resultaba excitante estar bañandome "delante del pueblo" sin nada de ropa...aunque lógicamente no me vieran, claro. Me gustaba sentir el frescor de las aguas en toda mi piel, mientras se reflejaban en mí todas las luces del paseo. Con el cuerpo "flotando" me dirigía a mi toalla recordando la tenue y voluble melodía de una canción de Mike Olfield. En esa ocasión, mientras salía y me cercioraba de que no hubiera nadie demasiado cerca me pareció ver una sombra que se retiraba, lo que deseché inmediatamente al enrollarme la toalla por el cuerpo.(Sentí cierto aire rebelde al pensar que fuera alguien) Me volví y observé de nuevo el horizonte, oscuro y silencioso que se extendía a lo lejos. Venía un suave céfiro y secándome me coloqué de nuevo mi holgado vestido blanco y me tumbé de nuevo en la toalla. Me sentía tan bien, ¡tan viva!sin preocupaciones...¡jamás me volvería a traer el móvil a la playa!

 Cerré los ojos y sentí el sonido de las palmeras mecerse por el viento. Comencé a relajarme y recordar mi trabajo, la universidad (¡madre mía, la universidad!), mi familia, mi hermana y mi hermano, del colegio...me acordé de mi primer medio novio...¡cuanto tiempo hacía de eso! ahora tenía las caderas enormes, estaba blanquísima, tenía manchas en la piel de los brazos (para las cuales me estaba poniendo una crema especial, aunque el dermatólogo me dijo que no eran peligrosas, pero quedan feísimas) y anteanoche al salir de la ducha me encontré un par de granos en la patilla derecha y la mejilla izquierda...sin embargo, me dí a pensar, a mis veintiséis años recién cumplidos tampoco estaba tan mal...el último hombre con el que estuve acabó largándose a Venezuela por un turbio "asunto de negocios" estaba genial pero resultó ser un orgulloso y detrás de su cuerpazo escultural no había nada; pensaba que en Atenas era donde estaban los canguros...Bah, lo conocí una noche cenando, pero estuvo dándome el follón, que mi piel por aquí, mi pelo por allá, mi carisma, mi ojos...cuando lo llamé amenazándolo para que no me volviera a llamar y me dejara tranquila, que no quería nada más de él, a los dos días le vi besándose con una ordinaria culona en el aeropuerto, cuando fui a recoger a Marta.

Me palpé las mejillas y me palpé mi larga cabellera (ahora fatal, después de bañarme); después de todo, parece que todavía estoy de buen ver, estoy bien formada, tengo lo mío en su sitio, unas formas generosas...¡vamos y tampoco paso inadvertida por la calle!-reí recordando un comentario de un amigo de trabajo-. No, de todas formas estaba cansada de los anuncios estúpidos que nos anunciaban productos de belleza a las mujeres, cansada de verlas cambiar su cuerpo, y algunas su mente para parecer bellas, de tantas pinturas y tantas apariencias...yo siempre me había senido distinta, pero no por orgullo, no me importaban las cosas que le importaban a las demás...siempre había sido sencilla con el maquillaje y las sombras; sin embargo conforme fui creciendo parecía que muchos chicos se me acercaban más a mí; al menos conmigo hablaban más que con las demás, bueno ´también a Marta, pero ella es inteligente  y tiene unos ojazos que parten el alma incluso a mí (de todas formas ella sabía como realzarlos). Pero no digo esto dándome el pisto, sino para indicar que era distinta y en ocasiones las chicas "físico" que me rodeaban me daban asco, o tal vez pena.

Por eso, por mi gusto por la playa y sus alrededores, aquella tarde me encontré con esa figura desconocida en la playa. Resultaba que mi rincón preferido donde colocar las cosas, la toalla y algo de fruta que me había traído estaba justo a pocos metros de él, apenas seis o siete. De todas formas no me importó, pero he de conceder que de vez en cuando le observaba, intrigada; pues no se veían muchos hombres como él, a esas horas, haciendo eso, así. Parecía disfrutar adormilado del fresco de la playa. En una ocasión quedé un rato fijándo en su ropa, por simple curiosidad, en cierto modo aburrida, aunque o descontenta. Vestía unos pantalones oscuros, largos, pero de verano de tejido fino y una camisa holgada. Pareció percatarse de mi examen, sacó una moneda del bolsillo sin inmutarse, lentamente y la lanzó al aire, yo por supuesto la seguí con la mirada, intrigada; así fue como caí en su trampa y mi mirada cayó justo en sus ojos, que me miraban, sorprendidos y joviales. Me dí un gran susto pues me miraba fijamente a los ojos, y realmente era atractivo y estaba cachas, el tio...mi aspecto debió de ser horrible, pues momentos antes me había bañado y, como estaba ansiosa por empezar mi colorada manzana no me percaté de que se transparentaría mi impúdica...e inexistente ropa interior. A mí realmente no me importaba que me viera (bueno, un poco sí, pero no me importaba tanto como lo que él pensara de mí. Igual pensaría que era una guarra o una descocada...) sino lo que pensara de mi entonces; además estaba con la boca llena, ¡que daba la casualidad que contenía en ese instante mayor cantidad de producto manzanal del que podía albergar!. Físicamente no me inmuté, pero todo lo pensé (la velocidad mental de las mujeres...) y reaccioné manteniendo la mirada y respondiendo a su provocación, medio atragantándome, que lo sentía, e intentando formar una sonrisa pícara (que más que una sonrisa debió parecer una mueca retorcida para asustar a un niño...).

-No pasa nada, mujer-volvió la mirada hacia el mar, como formulando su siguiente pregunta- ¿es usted de aquí?

Mordí la manzana nuevamente, altiva, como si no me hubiera sorprendido en absoluto y de alguna manera fuera más orgullosa que él-sí...bueno, no. Mis abuelos si. Yo he venido atraída por sus palabras-tragué-y por la brisa del mar-al menos podía refugiarme en las palabras, porque su mirada era desconcertante,tenía una sonrisilla mientras escichaba, y parecía analiazarme mientras me miraba fijamente a los ojos...me caía bien-estoy actualmente de vacaciones, y disfruto de la playa...-¿qué me pasaba?estaba acalorada!vamos, que una ya tenía edad para hablar con un hombre tranquilamente y...supongo que me sorprendió.-¿y usted?

-Yo sí, claro. Pero vivo fuera. Como usted estoy de vacaciones..fíjese, octubre, cuando todos trabajan tenemos vacaciones-reímos juntos-perdone, se me hace un poco incómodo-¡se acercaba a mí!¡Vaya, no me daba tiempo a levantarme, y si lo hacía sería peor...quizá ya me había visto el vestido, pero daba igual. Me enrrollé la toalla alrededor de mi impúdico cuerpo justo antes de que llegara y me tendiera la mano- Raúl López-me espetó-.Tuve que tirar la manzana (lo que miró sorprendidísimo) y le apreté fuertemente la mano-creo que demasiado, por los nervios y respondí-Ana Rojas, encantada-.

-El gusto es mío-replicó soriendo-.

-¿Quiere un algo?-tal vez así se convenciera de que no estaba nerviosa, ni nada, muchos homres se hacían los graciosos, y no quería que me viera como una boba petulante-.

-No, per gracias. Bonita tarde, ¿no?

-Sí.

-Si supiera pintar, la pintaría en un gran mural en mi casa...sin emargo debo conformame con escribir. ¿Le gusta pintar?

Fue increíble que hiciera eso, pero aún más que lo dijera. En mi profesión conocía gente que amaba el arte y le gustaba escribir y mostrar su arte, pero sabía que a la mayoría de la gente eso ni le va ni le viene...de todas formas, seguramente sería un escritor mediocre, pero ignoré eso...volunatariamente-pues la verdad es que sí, de hecho me dedico a ello...

-¿En serio?-pareció cogerle por sorpresa- ¿es usted artista?

-Bueno no, no me dedico a eso, quiero decir que sépintar, pero trabajo en una galería-me sosegué, pisando terreno que conocía-.

-Y...es genial. Me encanta el arte, pero como le acabo de decir, no es lo mío. Me defiendo con la música y las palabras, pero ahí. Debe de ser encantador trabajar allí, casi como usted misma lo es, ¿pero qué hace exactamente?

Lo había soltado así, sin más. Justo en medio de la frase, antes de la pregunta. Conocía muchas técnicas de los hombres, pero él lo había hecho cortésmente, a pesar de no ser una norma protocolario de conversación precisamente...pero no le daría cuartel, aunque debo reconocer que me gustaba cada vez más. Su mirada era tan profunda...penetraba.

-Gracias!Que adulador-¡sin embargo no se mostró abatido por mi contraataque-Me dedico a los envíos, y en ocasiones de las recepciones de los cuadros, aunque me tienen para todo, como obrera que soy-sonreí, relajada- muchas veces he tenido que mostrarlos, explicarlos o venderlos, hacer guías...

-Y ¿qué pintores tenéis?¿Es una galería privsad o...?

-Sí, ésta es privada, la paga un financiero de Murcia, pero es una franquicia. Tenemos  cuadros de Jose Manuel, de Durenwheim, de Ghilberto Manuel, Carlos Soto...

-Ya veo. Impresionistas ¿no?

Increíble. Además sabía el tío.

-Sí, la mayoría...-miré al horizonte-y usted ¿a qué se dedica?-realmente estaba muy interesada-.

-Bueno, soy músico. Tengo un vacío lo que queda de mes, y aunque sigo tocando, estoy "de vacaciones".

-Ah, qué interesante-¡qué exotico, un músico!-pero ¿toca en un grupo musical, en una orquesta?

-Bueno-respondió dando la espalda al mar- he hecho colaboraciones con grupos metal, pero soy primer violin en la Filarmónica.

-Impresionante. ¡Era usted! Tengo algunas grabaciones, me encanta Wagner. Así que ese violín era usted!

-Bueno, posiblemente si se refiere a un violin solista si está grabado desde el 2010...

-Parece que somos dos artistas!-de nuevo reimos juntos-¿dice entonces que le gusta escribir?-le comenté sentadome junto a él.

CONTINUARÁ... ... ... ... 

LAS ESTRELLAS BRILLAN EN LO ALTO-Mi primer relato oficial

LAS ESTRELLAS BRILLAN  EN LO ALTO-Mi primer relato oficial  Mi nombre es Alonso Álvarez, uno más de los capitanes de la 250ª División de Infantería que fue destinada a Leningrado. El principio de mi historia se remonta a dos años atrás, entre una multitud de gente que se agolpaba frente a un bando del Generalísimo en una fachada de Barcelona, desde la cual resonaba una voz: “La guerra de España, en que la barbarie comunista clavó sus garras en nuestro territorio segando la vida de nuestros mejores, tiene hoy su continuación en las estepas rusas donde la División  Azul de voluntarios Españoles da una muestra viril del valor de la raza con su aportación a la destrucción del bolchevismo…”Durante los siguientes meses, las salas de reclutamiento se llenaron, hasta alcanzar suficientes unidades como para formar una división entera. El 13 de Julio de ese mismo año, partió desde Madrid un tren con los soldados españoles hacia Baviera, de la cual posteriormente caminaríamos hasta el frente de Leningrado (la actual San Petersburgo). La primera vez que vi a Manuel fue en el tren, cuando arengaba a las tropas y les mostraba cuál debía ser su comportamiento allí. Aún así, obtuve información por medio de mis superiores de sus andanzas y de sus inclinaciones políticas, nocivas para el gobierno. Debía tener cuidado, según me aconsejaron, pues yo comandaría los reclutas conflictivos, expresidiarios, rojos, etc, y eso haría. No permitiría la menor relajación en el cumplimiento. Parecía perdido y muy excitado, pero no le presté atención. Varios meses más tarde ya nos encontrábamos en las trincheras.***********************25 de Septiembre de 1943La luna llena invadía el mellado terreno ruso en el  que dormitaba la 250 División de la Wehrmacht, las diez mil bayonetas españolas que apuntaban hacia Rusia. Un escaso terreno de trescientos metros separaba ambas trincheras, rusas de españolas, en las cuales, tiritantes de frío, se procuraban un ligero descanso los entumecidos músculos españoles frente a Leningrado. La llamada “Divisón Azul” se encontraba fuera de sus hogares, y fuera de su país, a millones de kilómetros hacía ya más de dos años; el barro mezclado con la fría nieve era disimulado sobre los grises uniformes de los españoles, que llevaban al estilo alemán. Entre la extensa hilera de apelotonados soldados, apoyados contra la trinchera, se encontraban todo tipo de personas, por fin distinguibles a la luz de la luna (reconfortante para unos, y presagio de mal agüero para otros). Caminando entre toses y estornudos, barro y humedad, me encontré con Manuel Navarro, enviado como yo como refuerzos a las tropas, que cavilaba fusil en mano, el único que saludó a su capitán al pasar junto a él. Verdaderamente, ocurrieron mutitud de sucesos desde aquel dia en el tren hasta aquella noche. Nos miramos mutuamente comprendiendo. Soplaba un helado céfiro del Norte cuando le murmuré acuclillándome sobre él: “Esta noche las estrellas brillan en lo alto…” a media sonrisa. Devolvió el gesto y, presuroso, se levantó recogiendo sus bártulos y desapareció por las casetas de la trinchera.Sí, realmente habían ocurrido multitud de acontecimientos…Las últimas luces de la tarde hacían brillar la espesa capa de nieve que se extendía por todo el frente de la trinchera. A un puñado de metros se encontraba la trinchera bolchevique. A mi lado el gerente alemán susurró algo que me fue traducido por mi particular: “Éste será el último día cálido”.-¿Cálido?-espeté enfundándome aún más en mi mullido abrigo- ¿éste ha sido el día cálido?La pregunta quedó en el aire.Nada hizo suponer el ataque ruso hasta que de improviso todos caímos al suelo con las manos a la cabeza. La explosión de las granadas desestabilizaron a las tropas. Dos segundos después se tocó la corneta y nuestros soldados empezaron a acudir unos tras otros recogiendo las granadas ante los atónitos gerentes alemanes. Frente a la trinchera comenzaron a sucederse explosiones, cada vez más cercanas, levantando tierra, cenizas y nieve. Bajo mis órdenes, las tropas cargaron saliendo al exterior de las trincheras tras colocarse las mascaras antigás. Rápidamente y por acción de las bombas de gas pronto fue difícil ver algo. La línea de ofensiva se mantenía avanzando, yo me encontraba al frente de éstos. Cubríamos un terreno amplio, y en la periferia de la línea oíamos disparos aislados. Las explosiones cesaron momentáneamente. Llevábamos varios meses en trinchera y debíamos avanzar, y ésta era nuestra ocasión. Recorridos una centena de metros nos detuvimos y esperamos cuerpo a tierra. Minutos después la niebla fue disipándose, lentamente, hasta que sonó por el llano, los cargadores enemigos cuando abrieron fuego. ¡Fuego! Las tropas españolas abrieron fuego; la respuesta enemiga no tardó en aparecer y se produjo un cruce de granadas de mano que explosionaron en ambos frentes. Nuestra fila sufrió especialemente graves daños entre la niebla, los gritos y los disparos. A lo lejos se escuchó  el ronco grito de un cañón cuando grité: “¡A las trincheras, retirada, fuego de contención!” A mi orden las 250ª División se irguió y con el fuego tras los pies comenzamos a retroceder. Las tropas alemanas volvieron delante de nosotros mientras les ofrecíamos cobertura. ¡A las granadas!-recomendé-¡Granadas, línea de fuego!Las granadas volaron a su destino y se creó la línea de fuego que necesitábamos. Las tropas volvimos a la trinchera , aún con las explosines tras de nuestras pisadas y la nieve volando por los aires por el cañonazo que oí segundos antes, que impactaba a tierra.-¡Alonso! ¿Qué ocurre?¿Por qué retrocedemos?¡Tengo la segunda ligera esperando! ¿Por qué la dejas aquí?-Nos superan por el momento, cuentan con la artillería, la nuestra tiene más alcance. No saben la posición exacta de la trinchera, cuando estén a tiro no cruzarán de la línea…-¿Preparo entonces los cañones de treinta y siete?-preguntó alejándose- ¡Con ellos podríamos azotarlos y acabar con ellos!...¡ Podemos adelantar los morteros…!-¡Prepara los cañones y morteros! Yo voy con las tropas.Me volví rápidamente a la línea de fusileros:-¡Escuchad!¡Fuego de contención!¡Esperad la ofensiva tras las tres salvas de los treinta y sietes y los morteros, a mi orden al ataque! A lo largo de la trinchera comenzaron a cargar los cañones y el sonido metálico de éstos fue apagado por las continuas explosiones. ¡Alvarez!-escuché-¡Se acercan!Se produjo un silencio, antes de la tempestad. Cada segundo parecía una eternidad; en el instante que vimos unas sombras los bolcheviques abrieron fuego y varios fusileros  españoles de la línea cayeron aniquilados. Antes de que tocara “fuego” los cañones de nuestra línea de artillería retumbaron en la estepa, irguiendo montañas de tierra y nieve sobre el suelo. La línea enemiga se dividió, corrieron unos al frente para zafar los cañones, pero fueron pasto de los fusileros del frente. Entre gritos retrocedieron y sucumbieron a nuestros cañones. La nieve volvió a saltar por los aires en lo que ya se había convertido en una oscura noche. Comenzaron los disparos aislados y saqué a las unidades ligeras: ¡Al ataque!. De nuevo los hombres salieron de las trincheras, disparando los mauser.Recorrimos varios centenares de metros, incluso llegamos a ver una oscura sombra de la ciudad delante de nosotros; mas no pudimos contemplarla mucho tiempo, a la voz de “¡Capitán!” resonaron de nuevo disparos  en el extremo de una cuesta natural, y no pudimos más que retroceder, muy a mi pesar: “¡Nos están machacando, retirada!”.Sobre la ensenada se agrupaba el grueso de las tropas de contraataque, tan sólo visibles por un ligero resplandor proveniente de la retaguardia enemiga. Las ametralladoras enemigas habían avanzado, y el suelo se plagó de cuerpos. Los hombres restantes corrimos hacia nuestra trinchera de nuevo, ya incluso corrimos de espaldas, amedrentados por el asombroso contraataque. Ya próximos a la trinchera, oí de nuevo el retumbar de las ametralladoras de los soldados enemigos, cuando sentí una agudísima punzada en los brazos y el costado, y caí a tierra. Oí más lejanamente los disparos y cerré los ojos por unos instantes, respirando pólvora y con un agridulce sabor a tierra en la boca.  Tras éstos, los abrí nuevamente y me encontré solo en el campo, tras de mí observé las silenciosas luces bolcheviques que se acercaban a mí. Desesperado intenté levantarme mas no podía, el agudo dolor del costado  me lo impidió y noté cómo comencé a sangrar, perdiendo así mis fuerzas.A lo lejos escuchaba el retumar de los cañones y el resto del fuego de artillería, pero cada vez más lejano, como si se fueran marchando, sin embargo los rusos avanzarían hacia mí de un momento a otro. Mis pensamientos se nublaron por el dolor y la pérdida de sangre, y comencé a poco a poco perder el conocimiento. Es, entonces ahí finalmente donde un hombre comprueba el sabor horrible y crudo de la guerra, a la cual se llega uno a acostumbrar al convertirse ésta en su trabajo, como en mi caso. Mis tropas sabían de mi carácter enérgico y profesional que me caraterizaba, que no cedía ante nada, y que daría mi vida por el generalísimo, Franco, pero en aquella sola ocasión cedí al miedo y me vi envuelto en mi muerte, entre la helada oscuridad de las tierras rusas.Desde mi diván recuerdo aún cuando las arcadas me empezaron a sobrevenir, aquellos brazos decidios y fuertes que me recogieron del suelo. En ese instante yo veía a escasos doscientos metros el frente ruso avanzando, siento aún el chasquido de los fusiles recargando cuando erraban el tiro.Desperté en la sucia estancia donde acostumbraba a hecharme, mojada, sucia y maloliente, pero en aquel momento me sentí en el lugar más seguro del mundo. Vinieron entonces algunos médicos y me inspeccionaron, pero no supe más debido a mi desmayo.******************Volví a la consciencia en la misma sala, vendado por todo el tronco y el antebrazo izquierdo.Cuando llamé a Julián apareció al instante. -Señor, ¿Cómo se encuentra usted?-Bien, ¿y anoche…?-Los contuvimos señor, retrocedieron, pero hemos perdido una veintena de hombres en los cañones, y casi una compañía en las trincheras…Ha estado convaleciente desde aquella noche hasta esta tarde…-¿Qué hora es?-pregunté extrañado.-Las seis y media mi capitán.-De acuerdo…Márchate…¡No, no! ¡Ayúdame a levantarme! No puedo erguirme…El soldado me ayudó y salí al exterior.Fuera pude respirar el aire fresco que me pudo otorgar esa nublada tarde. Corría un viento helado, como cada día allí, pero no me había acostumbrado. Si o hubiera sido por quién tomó esa decisión hubiera maldecido todo cuanto me encontraba. Cuán equivocado estaba entonces…Aún así, no sé por qué, si por azar del destino o por qué otra causa, aquella situación me conmovió más de lo normal, y esas noches no paré de soñar con quién sería aquel hombre que me salvó la vida. Así pasé dos meses, preguntándome por qué estupidez podría querer yo saber quién me salvó. Por fin me decidí, como le dije a mi suboficial, por curiosidad, de saber quién era aquel hombre. Resultó ser finalmente  aquel Manuel. Me acercó a él en la trinchera, que se encontraba quitándole una gruesa placa de barro a las botas, buscando algún sitio de luminosidad para limpiarlas concienciudamente.-¡Soldado!¡Preséntese!-¡Manuel Hernández Espronceda, señor, segunda compañía del primer batallón del regimiento Barcelona, señor!.-Descanse.- Éste es el capitán Alonso Álvarez…-Lo conozco, manda mi compañía-comentó el iluso soldado-.-Oiga-intervine-¿ha recibido usted adiestramiento?¡Su comportamiento deja mucho que desear!-En Baviera. Señor-disimulando una sonrisa de triunfo.-No quiero listillos aquí-grité-¡Tal vez no tengamos aquí calabozos, pero te aseguro que adonde vas a ir no es mejor!-Sí, señor-respondió con determinación.Así encarcelé a aquel soldado mostrando señas de su mal comportamiento, pero lo cierto es que con la valentía o quizá apatia que nos dan los años, puedo ahora decir que mis acciones con aquel muchacho fueron traicioneras, mentirosas y crueles, descargando así mi odio hacia aquel que me “humilló” delante de mis amigos y enemigos.Desde aquel día le encomendé los trabajos más pesados y duros, le hice que ordenara los armamentos, que cargara la artilliría y la cambiara de sitio sin ayuda, le traté con desprecio (más incluso que al resto de las tropas) y puede que en más de una ocasión le humillara. Todo ocurrió en aquella época de la que no me enorgullezco y por la cual no tengo perdón. Sin embargo a tod asintió ni me mostró signos de odio en nungunas ocasión, atrayéndome a ira constantemente, ya que contariaba mis deseos de rebelarse contra la autoridad y poder fusilarle…no lo hice abiertamente por causa de la mella en las tropas para la guerra , ya que lo tomé a mi servicio personal, aunque nunca replicó palabra alguna, sino calladamente obedecía a mis exigencias. Entre sus otras tareas, le encomendé la limpieza de mi caseta de la trinchera, que cumplió a rajatabla.Cada vez pasaba más tiempo con él, aunque cada día que pasaba lo odiaba más, ya que jamás conseguí ver en su mirada el más leve atisbo de tristeza, siempre mantenía la cabeza erguida cuando hablaba, con voz fuerte y segura, con orgullo en su interior. Orgullo que en numerosas ocasiones intententé mellar, humillarlo, para que forjara carácter, pero en todo el tiempo que mi resentimiento creció, que fueron los días que estuve convaleciente, no lo conseguí. Era como si tuviera algo en su interior que lo mantenía con la cabeza en alto. Cada día me convencía más de que se trataba de un Rojo. Sin ambargo se forjó en nosotros una seria confianza y, sobre todo, respeto.Cada en nuestro bando, no nos dejábamos humillar, y me daba la impresión que ninguno estábamos agusto con nuestra facción.Fue sin embargo una semana más tarde cuando resultó herido por un proyectil de cañón que le cayó cerca. Afortunadamente sólo sufrió pequeñas fracturas y sólo le hirió la metralla, pero tuvo que pasar varias semanas en enfermería. Así poco a poco, entre ratos mudos y absortos, poco a poco fuimos forjando algo que, algún día se convertiría en amistad. Hablábamos de sociedad, de artes,de literatura e incluso de política. Constaté que en nuestras filas teníamos un comunista, pero pudimos hablar  sin rencores debido a la paciencia de los dolores y la guerra, además coincidimos en bastantes cosas.-Entonces, ¿De dónde eres tú?-Yo provengo de Murcia, de un “pequeño gran pueblo” llamado Águilas. Es un pueblo costero, precioso, con muchas calas, temperatura cálida, bellas mujeres…mi prometida es de allí.-Ojalá estuviéramos allí ahora. Allí podrías ver a tu mujer…-No, mi mujer no está allí ahora, está…en otro lugar.¿Y tú? ¿No tienes amores que contar?-¿Yo?No, mi vida a sido muy aburrida  siempre.Ya sabes, la vida militar es lo que tiene…-se produjo un incómodo silencio, ya que intentábamos evitar la política-. Una vez hubo una chica, una mujer…la hubiera amado toda mi vida. Sin embargo desapareció el mismo día que iba a pedir su mano…no sé porqué…Alicia Clemente, se llamaba.Tuve un problema, unos años que tuve un accidente y sufro de una ligera amnesia, no me acuerdo de lo ocurrido en esos años. De todas formas, con la guerra sólo hay dolor…-¿No estás cansado de ella?Alonso…olvídalo todo, abandona y sé feliz. Sé que eres un buen hombre, lo he comprobado, eres joven, diez años más que yo no son nada… No dejes que los acontecimientos te hundan; no renuncies jamás a tus sueños. Antes, persevera y ten paciencia.Cuando menos lo esperes, conseguirás vencer. Las estrellas siempre brillarán en los alto…-Si, para ti todo eso es muy fácil, ya me he enterado de que intentaste fugarte hace dos años…-¿Fugarme?¿Adónde iba a ir?¿Quién te ha dicho eso?-Da igual-observé zafándome en la manta.-No es tan fácil olvidarlo todo y empezar una nueva vida, en el caso de que pudieras ofrecérmela. -¿Tienes lazos sentimentales fuertes que te aten?-Algo de familia, pero da igual. De todas formas sólo hay kilómetros de nieve en kilómetros.-Oye, quizás si haya una solución…Esa tarde, solos en la enfermería los esquemas de mi vida cambiaron. Acordamos el siguinte plan: Manuel había movico correo secreto desde Baviera. Había conseguido pagando un camión e transportes de vino que llevara a él y otro grupo, con la ayuda de ciertos contactos de España que no me quiso ni nombrar. Al parecer había importantes elementos  allí, a quienes les convenía salir de España. Así obtendrían por medio de una familia alemana los visados y pasaportes necesarios cruzar hasta Francia donde de momento pretendían ir. Cada uno haría su vida y Manuel se casaría con su prometida, que ella no tendría seguro ningún problema para cruzar la frontera a Francia. Al principio me pareció una empresa descabellada, pero no quería seguir con una vida hipócrita a mis principios. Algún día volvería a España. Así, Acordamos que una noche, dentro de cinco días, nos fugaríamos. Había centinelas en el perímetro de las trincheras, pero yo me encargaría de cambiar los puestos o distraerlos durante unos momentos. Después todo sería un juego de niños.************La noche “H”La luna llena invadía el mellado terreno ruso en el  que dormitaba la 250 División de la Wehrmacht, las diez mil bayonetas españolas que apuntaban hacia Rusia. Un escaso terreno de trescientos metros separaba ambas trincheras, rusas de españolas, en las cuales, tiritantes de frío, se procuraban un ligero descanso los entumecidos músculos españoles frente a Leningrado. Caminando entre toses y estornudos, barro y humedad, me encontré con Manuel Navarro, enviado como yo como refuerzos a las tropas, que cavilaba fusil en mano, el único que saludó a su capitán al pasar junto a él. Verdaderamente, ocurrieron mutitud de sucesos desde aquel dia en el tren hasta aquella noche. Nos miramos mutuamente comprendiendo. Soplaba un helado céfiro del Norte cuando le murmuré acuclillándome sobre él: “Esta noche las estrellas brillan en lo alto…” a media sonrisa. Devolvió el gesto y, presuroso, se levantó recogiendo sus bártulos y desapareció por las casetas de la trinchera.Observé que todo estuviera en orden y me dirigí al perímetro para reconocer a los guardias. Atchung!-grité-. Así se acercaron y les ofrecía algunas jarras de cerveza. Me dijeron algo ininteligible y brindamos con ella. Entre las primeras risas, observé cómo a sus espaldas unas sombras se deslizaban entre los matorrales. Conté a los cinco, me despedí de los guardas y les dejé el barril para que se divirtieran. Con el corazón apresurado, oyendo pasos por todos los lados, recogí mis últimos enseres y algunos informes por si podían ser de utilidad cuando oí golpes en la puerta. -¡¿Quién es?! -Capitán, quieren verle los gerentes y los capitanes Almívar y Gerez. -¿Ahora mismo ?Iba a descansar.. .-me excusé-. -Parece importante, quieren discutirlo esta noche. Con el corazón en la mano dispuesto a obtener el duro castigo merecido, fui a la estancia de mando. Cada minuto se aproximaba a las tres, miré el reloj: las dos y media. -¿Me han solicitado? Estuve durante treinta minutos con ellos estudiando el terreno y el siguiente paso a realizar, aunque no descubrieron mi fugas, miraba a cada momento el reloj. Dentro de quince minutos aparecería el camión. Terminada la reunión me despedí con un "Buenas noches" y me dirigí presuroso libre de miradas al exterior de la trinchera cuando azotándome el :trío intenso de la noche de pronto escuché en el campo: ¡Atchung! ¡Atchung! El resto fue la descarga de una ametralladora, la cual resonó por todo el llano, y seguidos unos gritos alemanes. Se formó un gran murmullo por la trinchera pero yo salí corriendo. Encontré a Manuel tumbado en el suelo bajo las atónitas miradas de los alemanes. Me acerqué a él y mirándome me entregó un papel doblado. "Viene a buscarte.. . te esperan" - fueron sus últimas palabras bajo el estruendo que se acercaba de Stalingrado. ****************************************Acabada la guerra, y con la repatriación volví a Barcelona. La guerra me mantuvo ocupado pero jamás me olvidé mi amigo. Ya allí, me dirigí sin más preámbulos a la dirección que me escribió. Se trataba del pueblo de su novia, Águilas, ese bello pueblo costero y tranquilo. Seguí sus indicaciones y llegué a una bonita casa.Durante el trayecto estuve acompañando de una agradable temperatura y un resplandeciente sol que me recordaban aún más a Manuel. Tras unas indicaciones llegué a la casa. No tenía ni idea de qué me encontraría allí, pero llamé sin pensado dos veces. La puerta la abrió una señora mayor. -¿Qué desea, señor? -Señora, no sé cómo empezar, mi nombre es Alonso Hemández Espronceda... El rostro de la mujer se desfiguró. Yo comencé a entender...¿Cómo sabía mi amigo mi edad? ¿Cuáles eran sus apellidos? Comencé a llorar como un niño desconsolado al entender; se trataba de mi madre la que me abrió la puerta. Siempre supe que mis padres no eran los biológicos, y cuando yo nací, mis padres de Águilas trabajaban para un "señorito" de Barcelona. Mi madre me contó la historia y cómo se vieron obligados a mandarme con ellos a Barcelona. Así, que aquel hombre que fue capaz de sacrificarse por mí... era mi hermano. Ahora, muchos años después, todavía recuerdo a mi amigo el Rojo. Aquel que me mostró ayuda cuando nadie me la prestó, aquel que me prestó su amistad por encima de todo, más profunda que la guerra, la política y los intereses; aquel que me hizo soñar. Aquella tarde cambiaron muchas cosas en mi vida. Saliendo de casa para despejarme volví a admirar la hoja manuscrita de mi hermano. -Madre-pregunté-¿Qué es esto?-Es lo que llaman el Peñón del Roncaor hijo, está al pie del castillo, por ahí en línea recta. El rojo sol de la tarde iluminaba el Peñón, golpeado por el oleaje, cuando tras él, sentada, vi una figura, manchadas las manos de carboncillo, vestida de blanco, mirando hacia el mar. Bendije entonces a mi hermano y observando las olas romper contra la gran piedra, y la tarde muriendo plácidamente sobre el horizonte del mar, decidí vivir junto al murmullo del mar; y siempre recordando aquel que perteneció a aquellos que aún morían por ideales; “esta tarde las estrellas brillaban en lo alto”.