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ESCRITOR EN LAS MONTAÑAS

La pluma olvidada en el curso del tiempo del vuelo del viento

La pluma olvidada en el curso del tiempo del vuelo del viento

   

Era el capitán sin navío. Se sentaba cada día en el puerto, hasta el atardecer, solo y desamparado. Con el recuerdo de días de esperanza en la mente y el sabor de otros labios en los suyos; un amor sin consumar. Su infancia se perdía en el océano de sus recuerdos, y sólo cada día caían al mar sus deseos de un nuevo amanecer.

Tiempo atrás había luchado, y había creído que todo hombre hace siempre realidad sus sueños. ¿Consiste la vida en eso? Trabajaba cada día en su propio navío, con esperanza al principio, que fue soslayada con el paso del tiempo por un deseo irreconocible, un vacío hasta que llegó ella. Sin previo aviso, diseñó los planos más bellos que el jamás vio y con una mirada  fijó el deseo en el joven. Vio cómo su trabajo en el navío avanzaba más aprisa. Incluso ayudó en la construcción del navío de ella, al que él puso todo su empeño en embellecerlo.

Pero todo ahora quedaba atrás. Sobre los maderos del puerto observaba durante días, meses y años a los hombres ir y volver con sus hermosas doncellas, sonrientes ellas tanto como ellos, e iban a servir al amor. A los navíos veía ir todos a la guerra, y volver a algunos de ella. De navegar los mares y disfrutar de la libertad que sólo el amor otorga.

Su navío se hundió en el astillero sin llegar a navegar jamás. Sus amigos le traicionaron. Ella se enteró y le ayudo, y él le mostró que se marcharía lejos. No salió de ella ningún llanto, ni compasión, ni palabras de despedida. Tan sólo un “Aquí te esperaré”; provocando el llanto, ahora sí, de él; y consumaron un emocionante y precursor abrazo.

Un gran mar le separaba de ella y los restos de su navío. Durante oscuras noches volví al antiguo puerto, sin que nadie se percatara, a observar los restos de su navío. Trabajaba de nuevo en él, pero se hundía siempre. Desde entonces no volvió a fletarlo. Sin embargo recordaba aquello que creía olvidado, ese amor infantil lleno de sensaciones y miradas, contracciones de la piel, albor de sonrisa, caricias invisibles, palabras inaudibles.

Pasaban los años y la tranquila existencia del hombre tenía lugar. Tres largos años hacía de aquello, sin embargo no había una sola tarde que fuera al puerto y no se acordara de esto.

Tras e primer derrumbamiento de su navío, cuatro años atrás, intentó hacerlo lo menos aparente posible, alejado, inexistente. Nadie se enteraría jamás de ese error, de lo que sentía.

A ella no le decía nada del navío. Pero ella intuiría más tarde lo que pasaba. Cerró su mente a sus pensamientos, techó su tejado y cerró puertas y ventanas. Hablaba cortésmente con todos.

Por suerte, no llegó a construir los mástiles del navío de ella, ya que si lo hubiera hecho, su barco también habría sido tragado por las aguas. Semanas sin querer trabajar con  ella pasó, para que su barco, en un futuro lejano no se hundiera. Sabia que el casco sufriría desperfectos, y la amaba demasiado para ello. Quiso olvidar eso, y todo alejándose. Ahora esperaba solo en una isla lejana el nuevo amanecer.

Pero esto cambiaría. Algún día volvería y trabajaría en su barco. Lo levantaría y colocaría el velamen. Las velas ondearían al viento y entonces dos popas se verían partir del puerto, hacia el sol, hacia el mar, hacia el horizonte. Algún día. ¿Qué le depararía el futuro? No lo sabía, pero quería, de momento volver a levantar sus mástiles. Cuando eso ocurriera, sería fácil encontrar lo demás-Una vez en el mar, en libertad, hallaría lo que buscaba.

Las pasiones e ideales llenaban su corazón, más era el capitán sin navío, la pluma olvidada en el curso del tiempo del vuelo del viento.

1 comentario

erogal -

Sin palabras. Que arte éle!!!!